Te convido a creerme
A modo de presentación
La Escuela Nº 243 "Aquiles Badillo" de Santa Rosa, La Pampa, se encuentra ubicada al norte de la ciudad, en una zona periférica que se llama Villa Germinal. Creada en 1990, surgió como una necesidad ante el reclamo de los vecinos que reivindicaban el derecho de sus hijos a tener una escuela en el barrio. Con el transcurso de los años fue incrementando la matrícula; hoy tiene 300 alumnos.
Las familias no son totalmente estables: hay mucho movimiento poblacional, las casas se prestan, algunos se van y luego vuelven -ya sea de nuestra provincia como de otras-, producto de la inestabilidad laboral, por ser considerados mano de obra barata.
La población está en situación de pobreza y marginación, con hogares desorganizados, niños a cargo de abuelos o tíos, niños a cargo de niños, niños que trabajan, algunos sin un referente adulto. Hay muchos adultos analfabetos o excluidos del sistema educativo y una minoría que completa su trayectoria escolar. Todos están marcados por la situación económica y social de la cual los docentes no escapamos, ya que muchas veces nos encontramos también en estado de vulnerabilidad.
Muchos factores incidieron en el repensar sobre la institución y sobre nuestro accionar.
La muerte del docente y directivo de la institución Aquiles Badillo, en octubre de 2004, fue profundamente movilizante y sentida. Su ausencia dejó un vacío y, a su vez, marcó una dirección que hoy reivindicamos. Aquiles fue un militante activo, comprometido con lo social, vulnerable a las carencias sociales, humano, solidario, soñador, analítico, crítico, creativo. Coherente en su accionar, fiel a sus principios, convencido de que la palabra expresa, crea conciencia, moviliza; él construyó -a través del saber y el compromiso como educador- lazos que perduran en el tiempo y en la memoria de la comunidad.
El cambio de dirección, inmediatamente posterior, que implicó que una docente joven e identificada con los ideales de Aquiles asumiera la conducción de la escuela, brindó la oportunidad y el espacio para pensar en "otra escuela". Para comenzar, se hizo un reconocimiento a Aquiles Badillo, identificando a la escuela con su nombre. Fue una acción que nos sensibilizó y nos movilizó para realizar una mirada hacia atrás y hacia nosotros mismos como escuela, y también para construir cambios en el presente y para imaginar posibles futuros.
Buscando redefinir el perfil de la institución y utilizando insumos de diferentes programas que asisten a la escuela (marco teórico, talleres, etcétera) se fueron generando espacios para el debate y la reflexión. Desde un profundo replantearnos: ¿Para qué estamos acá? ¿Qué enseñar? ¿Para qué enseñar? ¿Cuál es la función de nuestra institución, en esta realidad, en este tiempo, en este contexto? ¿Qué historia la sustenta? ¿Cómo proyectar hacia el futuro?
Nos encontramos comprometidas. Con los ideales comunes, comenzamos a generar un espacio donde volverlos posibles.
Reivindicando el derecho a una educación igualitaria, al alcance de todos, integral y equitativa, conscientes de que las políticas por acción u omisión muchas veces excluyen o destruyen; convencidas de que los cambios los producen los actores a través de la experiencia fuimos buscando dar pasos concretos. Desde nuestro lugar y nuestra función docente, queremos ofrecer a nuestras alumnas y a nuestros alumnos un espacio de inclusión, de participación y pertenencia, un lugar de posibilidades de crecimiento, un lugar donde circule el saber como herramienta que los habilite a elegir y construir su identidad, para ser partícipes activos de una sociedad más equitativa y transitar un futuro con opciones y menos vulnerable. Un lugar de lo posible.
Al revisar nuestro trabajo en las aulas, tomamos como punto de partida que el contexto donde desarrollamos nuestra tarea resulta para muchos el único ambiente de circulación de otras ideas o palabras, la única oportunidad de acceso a la lectoescritura, un espacio de comunicación donde poder hablar y ser escuchado y donde crear significados y encontrar algunas certezas donde ampararse.
Es por eso que, destacando su potencialidad de ser democrática, mediadora, abierta a la comunidad, inclusiva, transmisora de cultura, dimos nuestros primeros pasos hacia la escuela que queremos.
Un problema. un desafío
Con la incertidumbre de qué y cómo ir en la dirección que queríamos, comenzamos a trabajar. En el marco del programa en el que participa la institución (PIIE: Programa Integral de Igualdad Educativa), designamos referentes por ciclo y turnos. Esos referentes funcionan como equipo de gestión y agentes multiplicadores de saberes y experiencias con el objetivo de lograr el entusiasmo de otros docentes. En el trabajo conjunto, realizamos intercambios y analizamos el material entre pares, reformulamos las prácticas docentes en base a la socialización de experiencias, y logramos acuerdos metodológicos en las diferentes áreas.
Nos detuvimos a mirar: miramos para atrás y hacia adentro, y nos dimos cuenta de cuánto nos faltaba. Pero fue importante darnos cuenta también de cuánto habíamos hecho.
En este trabajo de revisión de las prácticas cotidianas, encontramos otra realidad diferente, que no tenía que ver con lo curricular sino con algo más profundo y personal: el vínculo alumno/escuela estaba fracturado. Allí surgió un nuevo desafío: había que trabajar para consolidar la búsqueda de pertenencia e identidad de la escuela.
Rescatando la memoria
Pensar en torno a la identidad de la escuela implicó indagar en la memoria de la comunidad educativa de estos 15 años, y ponerla en relación con el barrio. Hicimos un registro donde se expresaran todas las voces, y habilitamos el archivo histórico de la institución con el objetivo de plasmar la historia social del barrio y también de crear memoria pedagógica.
A modo de inicio y diagnóstico -sorteando las dificultades de expresión- propusimos un trabajo de taller con máscaras, con el objetivo de indagar el sentir de docentes y alumnos acerca de la relación de cada uno con la escuela. Una mañana, nos presentamos al acto de inicio de la jornada con máscaras que hablaban de cómo nosotros, los docentes, nos sentíamos en la escuela. La sorpresa dio paso a incluirse en el juego y reflexionar acerca del vínculo con la escuela. Propusimos que en los grados se trabajara en esa dirección. Esto resultó muy motivador: cartón, lana, papeles, tijera y una máscara para cada uno. Hubo de todo: alegría, asombro, miedos, incertidumbres, cansancio, enojo, resistencia. Todos se expresaron en el dibujo y la palabra: los alumnos entusiasmados y ansiosos, los docentes movilizados y conmovidos, y los padres y porteros que presenciaron la actividad, asombrados y hasta desconcertados. Esa fue nuestra primera acción/ repercusión.
Contagiados por el entusiasmo de los niños y de las niñas, armamos la murga de los docentes. Una mañana nuevamente sorprendimos y nos sorprendimos cantando y bailando frente a nuestra pequeña comunidad.
Encontramos miradas, risas, comentarios, alegría, asombro, gestos, palmas, cánticos.¡Logramos nuestro objetivo!: que asistan los días sábados para preparar el patio de la escuela, pintando, ordenando, participando, habilitando y habitando los espacios.comprendiendo que su transcurrir deja huellas y crea memoria.
Cerramos la actividad con una pintura de zócalo de manos, trabajo compartido con otras instituciones barriales, comisión vecinal y "El Desayunador" (grupo sostenido por una ONG) que hace cinco años trabaja con nuestros chicos en tareas comunitarias. Así fundamentamos la elección de ese día como "nuestro día", instituimos el "Día de la Identidad". La identidad de la escuela, del barrio, la nuestra propia, tramadas en esa acción común y en nuestros compromisos comunes.
Fue el punto de partida para la construcción de la memoria, para indagar en las historias personales que se cruzan y tienen un lugar común: la escuela. Las entrevistas, las encuestas, las anécdotas y las diferentes experiencias de los abuelos, padres, no docentes, ex docentes, ex directivos, ex alumnos hoy padres de nuestros niños, reflejaron vivencias ricas en sentimientos y emociones que estimularon a nuestros alumnos a seguir haciendo historia. A sentirse parte de la historia.
Nos abrieron una puerta y entramos
Recorrimos la historia de la escuela en un intento de reconstruir la memoria, para reconciliar pasado y presente de una comunidad con muchas ganas de ser otra cosa que los marginados, los que están de paso, y sentirse sujetos de pleno derecho, que pueden articular sus propias palabras.
Logramos encontrarnos, no desde lo disciplinario sino desde la afectividad. Una afectividad que está llena de sentimientos diferentes, pero que nos coloca por entero en la situación de enseñar y aprender. Traspasamos la frontera que crea la pobreza y la marginalidad, el desarraigo y la desesperanza, y sin perder de vista que unos éramos educadores y otros alumnos, nos vinculamos con y desde nuestra sensibilidad. No fue casual que eligiéramos el dibujo, la música, la fiesta, como espacios de construcción de lo común.
Los niños y los padres se expresaron sin inhibiciones, confiaron. Las docentes nos vimos vulnerables a una realidad que exigía más de nosotras mismas, y pudimos trabajar desde esa vulnerabilidad y no sentirla como un déficit.
Conjugamos acciones y palabras. Propusimos habitar los espacios que les pertenecen y nos pertenecen, porque la escuela sigue siendo el único ámbito para aprender otros códigos y para expresar y practicar derechos.
Iniciamos para nosotras una etapa nueva: ser investigadores de nuestra práctica. Sentimos que solas no podemos, necesitamos "otro" que nos aliente, que nos sostenga, que nos empuje, que comparta miedos, decisiones, alegrías.
Por eso te convido a creerme
La canción de Silvio Rodríguez dice: "Te convido a creerme cuando digo futuro.". Ese es para nosotros un lema importante. Por eso, creemos que tenemos que convidarnos:
A creer en la escuela como el lugar de lo posible.. Un lugar donde el saber cumpla su principal objetivo: desarrollar capacidades, habilitar el pensamiento y generar nuevas experiencias.
A creer en la escuela como un espacio fundamental donde se puede aprender a "leer" la realidad, a comprenderla, a elegir y a "escribir" otra historia. Aunque no tengamos mucho, siempre tenemos la palabra, nadie puede interrumpir nuestras ideas. Y es importante ubicarnos en el acto cotidiano de enseñar y aprender con todo nuestro ser: nuestra sensibilidad, nuestros conocimientos, nuestros ideales.
Te convido a creer
La Escuela Nº 243 "Aquiles Badillo" de Santa Rosa, La Pampa, se encuentra ubicada al norte de la ciudad, en una zona periférica que se llama Villa Germinal. Creada en 1990, surgió como una necesidad ante el reclamo de los vecinos que reivindicaban el derecho de sus hijos a tener una escuela en el barrio. Con el transcurso de los años fue incrementando la matrícula; hoy tiene 300 alumnos.
Las familias no son totalmente estables: hay mucho movimiento poblacional, las casas se prestan, algunos se van y luego vuelven -ya sea de nuestra provincia como de otras-, producto de la inestabilidad laboral, por ser considerados mano de obra barata.
La población está en situación de pobreza y marginación, con hogares desorganizados, niños a cargo de abuelos o tíos, niños a cargo de niños, niños que trabajan, algunos sin un referente adulto. Hay muchos adultos analfabetos o excluidos del sistema educativo y una minoría que completa su trayectoria escolar. Todos están marcados por la situación económica y social de la cual los docentes no escapamos, ya que muchas veces nos encontramos también en estado de vulnerabilidad.
Muchos factores incidieron en el repensar sobre la institución y sobre nuestro accionar.
La muerte del docente y directivo de la institución Aquiles Badillo, en octubre de 2004, fue profundamente movilizante y sentida. Su ausencia dejó un vacío y, a su vez, marcó una dirección que hoy reivindicamos. Aquiles fue un militante activo, comprometido con lo social, vulnerable a las carencias sociales, humano, solidario, soñador, analítico, crítico, creativo. Coherente en su accionar, fiel a sus principios, convencido de que la palabra expresa, crea conciencia, moviliza; él construyó -a través del saber y el compromiso como educador- lazos que perduran en el tiempo y en la memoria de la comunidad.
El cambio de dirección, inmediatamente posterior, que implicó que una docente joven e identificada con los ideales de Aquiles asumiera la conducción de la escuela, brindó la oportunidad y el espacio para pensar en "otra escuela". Para comenzar, se hizo un reconocimiento a Aquiles Badillo, identificando a la escuela con su nombre. Fue una acción que nos sensibilizó y nos movilizó para realizar una mirada hacia atrás y hacia nosotros mismos como escuela, y también para construir cambios en el presente y para imaginar posibles futuros.
Buscando redefinir el perfil de la institución y utilizando insumos de diferentes programas que asisten a la escuela (marco teórico, talleres, etcétera) se fueron generando espacios para el debate y la reflexión. Desde un profundo replantearnos: ¿Para qué estamos acá? ¿Qué enseñar? ¿Para qué enseñar? ¿Cuál es la función de nuestra institución, en esta realidad, en este tiempo, en este contexto? ¿Qué historia la sustenta? ¿Cómo proyectar hacia el futuro?
Nos encontramos comprometidas. Con los ideales comunes, comenzamos a generar un espacio donde volverlos posibles.
Reivindicando el derecho a una educación igualitaria, al alcance de todos, integral y equitativa, conscientes de que las políticas por acción u omisión muchas veces excluyen o destruyen; convencidas de que los cambios los producen los actores a través de la experiencia fuimos buscando dar pasos concretos. Desde nuestro lugar y nuestra función docente, queremos ofrecer a nuestras alumnas y a nuestros alumnos un espacio de inclusión, de participación y pertenencia, un lugar de posibilidades de crecimiento, un lugar donde circule el saber como herramienta que los habilite a elegir y construir su identidad, para ser partícipes activos de una sociedad más equitativa y transitar un futuro con opciones y menos vulnerable. Un lugar de lo posible.
Al revisar nuestro trabajo en las aulas, tomamos como punto de partida que el contexto donde desarrollamos nuestra tarea resulta para muchos el único ambiente de circulación de otras ideas o palabras, la única oportunidad de acceso a la lectoescritura, un espacio de comunicación donde poder hablar y ser escuchado y donde crear significados y encontrar algunas certezas donde ampararse.
Es por eso que, destacando su potencialidad de ser democrática, mediadora, abierta a la comunidad, inclusiva, transmisora de cultura, dimos nuestros primeros pasos hacia la escuela que queremos.
Un problema. un desafío
Con la incertidumbre de qué y cómo ir en la dirección que queríamos, comenzamos a trabajar. En el marco del programa en el que participa la institución (PIIE: Programa Integral de Igualdad Educativa), designamos referentes por ciclo y turnos. Esos referentes funcionan como equipo de gestión y agentes multiplicadores de saberes y experiencias con el objetivo de lograr el entusiasmo de otros docentes. En el trabajo conjunto, realizamos intercambios y analizamos el material entre pares, reformulamos las prácticas docentes en base a la socialización de experiencias, y logramos acuerdos metodológicos en las diferentes áreas.
Nos detuvimos a mirar: miramos para atrás y hacia adentro, y nos dimos cuenta de cuánto nos faltaba. Pero fue importante darnos cuenta también de cuánto habíamos hecho.
En este trabajo de revisión de las prácticas cotidianas, encontramos otra realidad diferente, que no tenía que ver con lo curricular sino con algo más profundo y personal: el vínculo alumno/escuela estaba fracturado. Allí surgió un nuevo desafío: había que trabajar para consolidar la búsqueda de pertenencia e identidad de la escuela.
Rescatando la memoria
Pensar en torno a la identidad de la escuela implicó indagar en la memoria de la comunidad educativa de estos 15 años, y ponerla en relación con el barrio. Hicimos un registro donde se expresaran todas las voces, y habilitamos el archivo histórico de la institución con el objetivo de plasmar la historia social del barrio y también de crear memoria pedagógica.
A modo de inicio y diagnóstico -sorteando las dificultades de expresión- propusimos un trabajo de taller con máscaras, con el objetivo de indagar el sentir de docentes y alumnos acerca de la relación de cada uno con la escuela. Una mañana, nos presentamos al acto de inicio de la jornada con máscaras que hablaban de cómo nosotros, los docentes, nos sentíamos en la escuela. La sorpresa dio paso a incluirse en el juego y reflexionar acerca del vínculo con la escuela. Propusimos que en los grados se trabajara en esa dirección. Esto resultó muy motivador: cartón, lana, papeles, tijera y una máscara para cada uno. Hubo de todo: alegría, asombro, miedos, incertidumbres, cansancio, enojo, resistencia. Todos se expresaron en el dibujo y la palabra: los alumnos entusiasmados y ansiosos, los docentes movilizados y conmovidos, y los padres y porteros que presenciaron la actividad, asombrados y hasta desconcertados. Esa fue nuestra primera acción/ repercusión.
Contagiados por el entusiasmo de los niños y de las niñas, armamos la murga de los docentes. Una mañana nuevamente sorprendimos y nos sorprendimos cantando y bailando frente a nuestra pequeña comunidad.
Encontramos miradas, risas, comentarios, alegría, asombro, gestos, palmas, cánticos.¡Logramos nuestro objetivo!: que asistan los días sábados para preparar el patio de la escuela, pintando, ordenando, participando, habilitando y habitando los espacios.comprendiendo que su transcurrir deja huellas y crea memoria.
Cerramos la actividad con una pintura de zócalo de manos, trabajo compartido con otras instituciones barriales, comisión vecinal y "El Desayunador" (grupo sostenido por una ONG) que hace cinco años trabaja con nuestros chicos en tareas comunitarias. Así fundamentamos la elección de ese día como "nuestro día", instituimos el "Día de la Identidad". La identidad de la escuela, del barrio, la nuestra propia, tramadas en esa acción común y en nuestros compromisos comunes.
Fue el punto de partida para la construcción de la memoria, para indagar en las historias personales que se cruzan y tienen un lugar común: la escuela. Las entrevistas, las encuestas, las anécdotas y las diferentes experiencias de los abuelos, padres, no docentes, ex docentes, ex directivos, ex alumnos hoy padres de nuestros niños, reflejaron vivencias ricas en sentimientos y emociones que estimularon a nuestros alumnos a seguir haciendo historia. A sentirse parte de la historia.
Nos abrieron una puerta y entramos
Recorrimos la historia de la escuela en un intento de reconstruir la memoria, para reconciliar pasado y presente de una comunidad con muchas ganas de ser otra cosa que los marginados, los que están de paso, y sentirse sujetos de pleno derecho, que pueden articular sus propias palabras.
Logramos encontrarnos, no desde lo disciplinario sino desde la afectividad. Una afectividad que está llena de sentimientos diferentes, pero que nos coloca por entero en la situación de enseñar y aprender. Traspasamos la frontera que crea la pobreza y la marginalidad, el desarraigo y la desesperanza, y sin perder de vista que unos éramos educadores y otros alumnos, nos vinculamos con y desde nuestra sensibilidad. No fue casual que eligiéramos el dibujo, la música, la fiesta, como espacios de construcción de lo común.
Los niños y los padres se expresaron sin inhibiciones, confiaron. Las docentes nos vimos vulnerables a una realidad que exigía más de nosotras mismas, y pudimos trabajar desde esa vulnerabilidad y no sentirla como un déficit.
Conjugamos acciones y palabras. Propusimos habitar los espacios que les pertenecen y nos pertenecen, porque la escuela sigue siendo el único ámbito para aprender otros códigos y para expresar y practicar derechos.
Iniciamos para nosotras una etapa nueva: ser investigadores de nuestra práctica. Sentimos que solas no podemos, necesitamos "otro" que nos aliente, que nos sostenga, que nos empuje, que comparta miedos, decisiones, alegrías.
Por eso te convido a creerme
La canción de Silvio Rodríguez dice: "Te convido a creerme cuando digo futuro.". Ese es para nosotros un lema importante. Por eso, creemos que tenemos que convidarnos:
A creer en la escuela como el lugar de lo posible.. Un lugar donde el saber cumpla su principal objetivo: desarrollar capacidades, habilitar el pensamiento y generar nuevas experiencias.
A creer en la escuela como un espacio fundamental donde se puede aprender a "leer" la realidad, a comprenderla, a elegir y a "escribir" otra historia. Aunque no tengamos mucho, siempre tenemos la palabra, nadie puede interrumpir nuestras ideas. Y es importante ubicarnos en el acto cotidiano de enseñar y aprender con todo nuestro ser: nuestra sensibilidad, nuestros conocimientos, nuestros ideales.
Te convido a creer
- Porque pasar por la vida sin dejar huellas no tiene sentido
- Porque hay un semillero de virtudes frente a nuestros ojos
- Porque el futuro es el objetivo de toda luchaPorque el amor está siempre presente; junto con la rabia, la ironía, la audacia, la capacidad de soñar y proponer.
Por eso te convido a creerme cuando digo futuro. el tiempo
está a favor nuestro. Tenemos la palabra, tomémosla
para que el tiempo esté a favor de los pequeños.
Por Marisa Righetti -directora-, Erica Badillo -maestra de 1º año-, Derli Aguirre -maestra de 4º y 5º año-, Marcela Muñoz -maestra de 3º año-, Zulma Rodríguez -maestra integradora, para la revista "El Monitor de la Educación" del Ministerio de Educación de la Nación- Argentina. Septiembre / Otcubre 2007